La sostenibilidad de los sistemas de salud

Difícilmente pase una semana sin que algún país europeo informe que recorta los gastos en salud, como parte de un intento de volver a situar el gasto público en consonancia con las recaudaciones fiscales.

Sin embargo, se da aquí una aparente paradoja. En el futuro, el gasto en salud se producirá en una parte más importante de la economía de lo que ocurre en la actualidad, por razones que incluyen los cambios tecnológicos, las preferencias del consumidor, el relativo crecimiento de la productividad y el envejecimiento de la población. La salud será, por tanto, uno de los grandes motores del crecimiento económico. El gasto en salud que parece insostenible, dado que el estado de los presupuestos públicos tampoco puede ser el motor de la prosperidad económica en el futuro, ¿o sí?.

El problema al que hacen frente muchos sistemas sanitarios europeos es el de la insostenibilidad fiscal. La afirmación de que el gasto en salud es un buen valor para el dinero, en comparación con muchas otras cosas que la gente compra, no viene al caso. Es necesario que se restablezca la sostenibilidad fiscal a corto plazo y, una vez realizado esto, aún persistirá el desafío de más largo plazo de garantizar la sostenibilidad económica, lo cual requiere una agenda de políticas diferente, a efectos de asegurar el valor del dinero.

Los países apuntaron a restablecer la sostenibilidad fiscal, gastando menos en salud (ya sea aumentando la eficacia, ya sea recortando los servicios) o trasladando el gasto del sector público al sector privado y, en menor medida, elevando los ingresos de los impuestos al tabaco y al alcohol. Las respuestas de los países a los problemas de sostenibilidad fiscal a corto plazo del gasto en salud, originadas por la intensa presión para reducir rápidamente los déficits presupuestarios, fueron, en general, bastante racionales. Con el fin de limitar el efecto de los servicios principales, los países se centraron en reducir el precio de los servicios. Se recortaron los salarios y se disminuyeron los precios pagados por los productos farmacéuticos. Esta reducción del gasto es significativa, dada la importancia de los salarios en el gasto total en salud (que representa aproximadamente el 70 % del gasto en un país tipo), y dada la magnitud del descenso de los precios de los fármacos. A diferencia de la anterior serie de recortes del gasto sanitario, rubros como el gasto público en salud – que tiene tasas elevadas de rendimiento en la mejora de la salud de la población, pero que tarda mucho tiempo en concretarse – fueron muy protegidos. Además, algunos países, incluidos Islandia, Irlanda y Portugal, introdujeron varias medidas para proteger a grupos vulnerables, entre los que se encuentran niños, personas de más edad y aquellos que tienen enfermedades y/o discapacidades graves.

Sin embargo, por supuesto incluso los recortes de los precios tienen efectos negativos, ocasionando emigración y jubilación anticipada de profesionales clave, y (potencialmente) menos esfuerzos innovadores por parte de la industria farmacéutica y una agravación de la tendencia hacia un crecimiento inferior del mercado ya observado en muchos países de la OCDE. Además, los recortes de los precios fueron insuficientes para alcanzar el deseado nivel de recortes. Algunas reducciones del personal se dieron en muchos países y se produjo un incremento del uso de copagos.

Informe completo en el portal de AISS  aquí

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